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Un país para armar

CZAR GUTIéRREZ

Rompecabezas bicentenario

Cual reflejo de su devenir geopolítico, los `puzzles' parecen retratar la fisonomía de un país frecuentemente desarticulado y descompuesto pero que, al final, recobra su forma original.

Cuando el generalísimo José de San Martín despertó en la bahía de Paracas, el rompecabezas ya estaba allí. En realidad, se llamaba `mapa diseccionado' y obedecía al ingenio del grabador inglés John Spilsbury al que un buen día de 1766 se le ocurrió separar el mapa de cada país europeo en piezas independientes como una forma didáctica de enseñar geografía. Y por eso es altamente probable que el insigne argentino, en su periplo trasandino rumbo a Paracas, pensara cómo era posible que cada unidad de ese sencillo dispositivo llamado

`puzzle' era capaz de explicar de manera asombrosa las veleidades de la geopolítica.

Es más, si ahora mismo intentamos profundizar en los procesos precedentes que culminan el 28 de julio de 1821, comprobaremos que la efeméride no es otra cosa que la última pieza de un rompecabezas que se fue armando siglos atrás. Más o menos desde que en 1780 resonara el grito de José Gabriel Condorcanqui, nuestra historia está preñada de proclamas independentistas: Basilio Auqui en Cangallo (1814), Torre Tagle en Trujillo (1820), Álvarez de Arenales en Ica, Pasco y Huamanga (1820). O el mismo San Martín en Huaura, Huancayo y Tarma (1820), aunque muchísimos años antes, Tacna (1811), Huánuco (1812), Cusco y Moquegua (1814) ya se habían declarado libres e independientes.

Lambayeque, Chiclayo, Piura, Cajamarca, Hualgayoc, Chota, Ferreñafe, San Pedro de Lloc y Motupe tampoco esperaron que el generalísimo llegara a sus plazas. De modo que nuestra historia termina siendo un entramado de gritos libertarios, revueltas, levantamientos, juntas de gobierno paralelas y proclamaciones alternas como un rompecabezas fabricado con piezas que se superponen y no encajan.

—Enigma y ensamblaje—

Así las cosas, resulta perfectamente coherente mixturar en dos mil piezas diferentes el famoso óleo de Juan Lepiani que retrata a don José de San Martín en el balcón del Cabildo de Lima lanzando su tan esclarecida proclama. Pintada en Roma en 1904, la obra es también famosa porque la mayoría de personajes aparecen de espaldas por una sencilla razón: el artista desconocía los rostros de las autoridades políticas, militares y religiosas que acudieron al acto. El único personaje sobre el balcón que mira a su retratista es el mismo Lepiani, cuyo autorretrato terminará atemperando el cuadro con sutil ironía.

Irónico es que la imagen del libertador desembarcado en Paracas se perpetúe más como ser durmiente que por haber escrito: “Yo vengo a acabar de poner término a esa época de dolor y humillación. Este es el voto del Ejército Libertador ”( Pisco ,8 de setiembre de 1820). Entre conducir una flota de 11 naves de guerra, 15 transportes, cuatro mil soldados, establecer una cabecera de playa y planear la estrategia militar sobre Lima, lo más probable es que ni siquiera haya tenido tiempo de dormir. Pero las mil piezas del “Sueño de San Martín”, ilustrado por Celeste Vargas, sirven para concebir la soñada primera bandera a partir del despegue de flamencos rojiblancos.

Esos colores también dominarán las dos mil piezas de “Bicentenario”, el rompecabezas que ilustra Víctor Sanjinez y connota a un país que es algo más que un sueño, una posibilidad, un territorio o una idea: son sus habitantes. O, como diría Borges, “nadie es patria, todos lo somos”.

“La efeméride del 28 de julio es la última pieza de un `puzzle' que se fue armando siglos atrás”.

CULTURA

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2021-07-28T07:00:00.0000000Z

2021-07-28T07:00:00.0000000Z

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