Enciéndete, candela

Para que estas Fiestas Patrias sean felices, un adjetivo tan prometedor como gastado, hace falta más que freír la cebolla. Urge una “esperanza firme que se tiene de alguien o algo”: la RAE la denomina confianza. ¡Cuidao' con la criatura! Se trata de un valor que la crisis política consumió al compás de la curva del coronavirus. La marca de estos dos azotes es un tema de agenda pública porque ningún país danza si a los habitantes los inmoviliza la incredulidad. Y el Perú, un territorio cuyo pasado tiene que ver con cadenas y jerarquías viles, está conmemorando los doscientos años de independencia en medio de una senda inestable, sin presencia en las calles y sin escarapelas sujetadas a los abrigos, al pecho. Es decir, hay razones suficientes para inaugurar este paso histórico con grandes porciones de recelo.

El mes pasado el nuevo mandatario aseguró que, frente a cualquier intención que quiebre la democracia y el orden político, será el primero en defender al Perú. Es democrático, entonces, asegurarle calma a una nación que ha pasado el último periodo entre titubeos y destapes. Ese paso se logra a través de una decisión oportuna de los perfiles que se vincularán con la vida gubernamental de un país cuya legitimidad social ha desbancado a corruptos.

El bicentenario es una escenografía que no está limpia porque se ven las gotas de sudor de ciudadanos exhaustos, por eso, las voces para gritar un ¡Felices Fiestas Patrias! a la vez que un ¡Viva el Perú! se escuchan quebradas. Tal vez sea hora de que la patria se preste, pero esta vez con más afán, de aquellos timbres altos que hacían vibrar a cuerpos sin alcohol medicinal, a rostros sin mascarillas. Ayudan mucho los ánimos de otros tiempos, aunque para que estas Fiestas Patrias sean felices, un adjetivo tan prometedor como gastado, hace falta más que freír la cebolla.